Foto de Peer Lööv
Estamos ante una situación nueva, y como sucede con todo lo desconocido, nos genera incertidumbre y miedo. Además, en este caso, sentimos amenazada nuestra salud y también la de nuestros seres queridos. Nuestro bienestar emocional se está viendo afectado y es completamente normal que puedan aparecer en nosotros emociones y síntomas como ansiedad, tristeza, problemas de sueño, irascibilidad…
Debido al confinamiento en nuestras casas, hemos perdido nuestras rutinas diarias a las que estamos tan acostumbrados y que nos son necesarias desde nuestra más temprana edad. Los niños necesitan seguir una rutina para sentirse seguros y tranquilos en su ambiente. Esta rutina establece horarios, pero, además, los hábitos repetitivos ayudan a construir un equilibrio emocional que les proporciona un mecanismo importantísimo para su educación y para la construcción de su personalidad. Los adultos también necesitamos y nos beneficiamos de las rutinas, puesto que nos proporcionan la sensación de tener el control, lo cual nos aporta seguridad, y nos aleja de tenernos que enfrentar a situaciones inesperadas.
Durante estos días en terapia hemos escuchado frases como “siento que estoy más ocupada que antes del estado de alarma” o “dicen que hay que intentar terminar todas las cosas que teníamos pendientes” o “siento que estoy todo el día perdiendo el tiempo”. Y es que, con el fin de no perder el norte han surgido infinidad de guías de apoyo y recomendaciones para sobrellevar la cuarentena; múltiples actividades infantiles como manualidades para realizar con nuestros hijos; vídeos de deporte, maquillaje en directo entre otras. Si entramos en nuestras redes sociales, seguramente encontremos a un gran número de personas que están aprendiendo a pintar, practicar yoga o tocar la guitarra.
Parece que necesitamos ocupar nuestro tiempo, vivir deprisa y estar saturados como solíamos hacer. Y es que, según el diccionario, ‘estar ocupado’ y ‘ocupar’ se definen como “llenar un espacio o tiempo”, y también “tomar posesión, apoderarse de algo, especialmente si se hace de forma violenta”. Así, podríamos decir que conquistamos nuestra vida a golpe de multitarea. Tenemos demasiado que hacer, demasiados lugares a los que ir, demasiadas personas a las que atender. Y eso nos lleva a pasar de puntillas por casi todo lo que nos sucede, a rozar la superficie sin jamás llegar a la profundidad. En este proceso, nos olvidamos de la única persona con la que convivimos constantemente pues estamos tan ocupados con lo que sucede en el exterior como para prestar atención a lo que pasa adentro.
Además, estar con uno mismo, prestarse atención, cuidarse y hacer auto-introspección es algo a lo que no estamos acostumbrados, puesto que, probablemente, nadie nos ha enseñado cómo se hace. Conocerse es algo que puede generar malestar al encontrar emociones y partes de uno mismo que no nos gustan.
Este “standby” en nuestra vida cotidiana no tiene que estar lleno de rutinas saturantes impuestas por presión social. Puede ser un buen momento para escucharse y conocerse a uno mismo, dejar aflorar y transitar emociones, cuidarse y darse permiso para aquello que nos apetece (obviamente sin descuidarnos y sin descuidar nuestras obligaciones).
Si un día tienes ganas de trabajar en pijama porque estás en casa está bien, si decides darte un largo baño o llevarte todo un día leyendo, escribiendo, viendo pelis o tocando la guitarra está bien. Si tienes un mal día y te sientes triste también estará bien. Lo importante es no cuestionar y juzgar constantemente lo que uno hace o deja de hacer en estos momentos en los que estamos con las emociones “a flor de piel” por el malestar que se desprende de una situación como la que estamos viviendo.
Cuando todo esto pase, al igual que la economía y la sociedad se recompondrá, nosotros también nos recompondremos y nos recolocaremos.
Saldrá el Sol tras esta tormenta de emociones que estamos viviendo.
Foto de Alejandro García
Kommentare